viernes, 6 de junio de 2014

Capítulo 6 “Mi madre”

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Ha colapsado. Usted se ríe porque no está en sus zapatos. Ella acaba de colgarme el teléfono con los nervios crispados y muy preocupada. Imagine, única hija y ando intentando dar hasta ahora nadie sabe bien para qué (ni siquiera yo y eso estaría siendo lo atractivo del asunto) con un periodista loco y escurridizo que vive en España, hace más silencios que otra cosa y con la flamante excusa de un programa de entrevistas ha logrado sentarse a charlar un rato con las personas más interesantes del planeta. Ella cree que estoy enloqueciendo con todo esto y encima le cuento que estoy charlando con Coto Matamoros por el tuitter. ¡¿Con quién?!, pregunta al borde del infarto generalizado. Coto estuvo en la cárcel por contrabando de algo, se ha drogado lindo y declarado por él gusta hacer de todo menos trabajar. Tiene la cabeza rapada y un tatuaje Maori en ella que lo diferencia de su hermano gemelo, Kiko. (No ponga atención a las comas, las coloco dónde mejor me suenan). Ah, y además fue entrevistado por Quintero y dice ser amigo. ¡Me ha encantado tu propuesta, mañana le llamo al Loco y le convenzo! (Me dice Coto) ¡Eureka! (Me digo yo, empero...) ¿Será Eureka? ¿O será otra falsa alarma? ¿Será otra promesa incumplida como la de Luis Pineda que ahora para contactarme con Quintero quiere antes saber para qué canal de televisión trabajo? ¿Otra incumplida promesa como la de Salvago Javier? ¿Es que los Sanchos de Quintero están ya resignados para ir por los molinos de viento? ¡No, Marina, están ocupados en cosas con sentido, cosas productivas, acá la única loca... ¡¡Te callas!! (Las agarradas con mi sentido común son interminables, disculpe usted).

La cuestión es que entre Matamoros, Pinedas y Salvagos mi pobre madre no gana para sustos. Ella siempre le tuvo miedo a la locura (será por eso que intento dar con el loco) y yo en algún momento también creí estar perdiendo la razón allá por la adolescencia (todo se hereda)... Lo loco es que al escuchar sus palabras temblorosas el miedo vuelve porque nunca se fue. Estará pensando ella en por qué no tuvo una hija a la que le guste hacer un curso de portugués con salida laboral, ir al gimnasio a endurecer los glúteos o a la masajista (estar contracturado = masajista, tiene sentido). También es normal buscarse un novio, proyectar hijos, salir con amigas al café a charlar de celulitis o del jefe que la mira de reojo a una y es casado; incluso dirigir una obra de teatro está bien porque tiene un objetivo claro, mi madre me lo perdona.


Ergo: tener hijos tiene sentido pero se desconoce el sentido de la vida. El casamiento tiene sentido aunque la gente casada sea mayormente infeliz y ande por los shoppings caminando con cara de culo. Escribir una novela tiene sentido porque con suerte la leerá gente y con más suerte te dará plata y es sabido que la plata hace la felicidad por eso todos la quieren y entonces también tiene sentido que se quiera producir tele basura y no tele de calidad. ¡Viva la lógica, sus sentidos y a por más! Tiene sentido trabajar de algo que no se disfruta, ir a la misma oficina todos los días por el mismo camino a la misma hora, cruzarse las mismas caras durante décadas para, como premio, tener quince días al año libres. ¿Y quiere un epílogo? (No) Mi madre se casó, tuvo esta hija, siguió todos los pasos del sentido común y sin embargo estuvo internada por depresión en un psiquiátrico. Como dice Javier Salvago: En estos tiempos de locos, bendita locura la cordura. Y a los que necesitan de sentido, mi más sentido pésame. (Continua en el 7, pique acá si se le da la gana)

Continuara…


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