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He bebido. Estoy borracha. En curda. Ebria. En pedo. Alcoholizada, vieja pantuflera. ¡Y ni me comente que el horno no está para bollos y menos que menos para comentarios rulerudos! He bebido porque no me atrevo a llamar a Jesús para contarle que saqué mi pasaje de avión. ¿Y si me dice que no quiere verme? ¿Y si me dice que sí quiere? (Ay). Ya séééé, ya sééé que más adelante me voy a dar cuenta de que todo esto no era tan importante pero más adelante porque si me doy cuenta ahora aparecería el desalmado virus del “para qué”, y el “para qué” es un lujo que los idealistas no podemos darnos. Porque imagínese, para qué me voy a ir yo hasta Sevilla si este asunto no es importante. ¡Así que no me interrumpa que me caga la confianza! (No sé cómo la sigo aguantando, vieja, será que la necesito).
Y volviendo al tema del alcohol, he bebido también porque llega la ¡NAVIDAD! (todos de pie), entonces voy a tener que ser buena persona, voy a tener que ser solidaria, darles a esos a los que no les doy nunca pero que siempre necesitan, voy a tener que querer al prójimo, no matar, no robar, no codiciar, no mentir, no cometer actos impuros, ¿QUÉ CUERNOS HARÉ ENTONCES? Y he bebido porque Julián Assange en lugar de quedarse en su casa jugando al candy crush descubre horrores del gobierno americano, ¡y no contento con esto todavía lo comenta! ¡Google vende nuestra información! ¡Google nos espía! ¡Google y la mar en coche! ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? ¡Sabemos que Google sabe TODO de TODOS! ¡Que Google es peor que el Vaticano e incluso peor que la portera de mi edificio! ¿Qué haremos ahora? Pues lo mismo que cuando nos enteramos diariamente que los políticos nos roban: nada.
Así que así estamos, a la mala sangre navideña hay que sumarle esto: ¡Assange, el hinchapelotas! Porque no sé usted pero yo ahora vivo paranoica, tengo mis ventanas cerradas, me mudé a Mozilla, uso el buscador Yahoo, mi cachorro antes se llamaba Vladimir Uliánov (le decíamos Lenin) y ahora se llama Ramiro, ¡un horror! (Pausa jodida). ¿Un horror? ¿Le parece? (No sabe, como siempre). ¿O un horror es que alguien se le anima al imperio y el resto de nosotros se queda mirando cómo intenta salvarse sólo? Un horror es que nos quedamos viendo cómo va camino del calvario ese que se le plantó a los nefastos. En fin... no hay caso, vieja, somos una bolsa de vagancia, miedos e ignorancia. Pero a mi lo de Assange sí me sirvió saberlo, ojo, porque ahora cuando me entero de que un político me roba, de que Putin se hace un autoatentado, de que Dassault, el dueño de Le Figaro, que pone en su primera plana "PAZ EN EL MUNDO" es el dueño también de aviones de guerra Dassault, ya no me da tanta bronca. Sé que cuando me decida, sé que cuando pierda el miedo la cosa cambiará, los enfrentaré valientemente y terminaré con Assange, en la embajada de Ecuador, crucificada, pero con la frente alta. (O como una boluda, aún no estoy segura). (Capítulo siguiente pinche acá)
Continuará...
Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
domingo, 21 de diciembre de 2014
Capítulo 32 “Confieso que he bebido ” (O Assange, el hinchapelotas)
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