jueves, 27 de octubre de 2016

Capítulo 97 "Pies en polvorosa"

Capítulo anterior

Petates y termo de mate andalú
¿Y cuál es el límite entre el bien y el mal? ¿Cómo saber si pasaste de divertida y ocurrente a obsesiva y corrosiva? ¿A dónde está la línea entre la escribiente loca linda y la cronista hija de puta? ¿El fin justifica los medios? ¿Debo dejar de escribir? ¿Y si no estoy relatando lo que el loco esperaba cuando me entreabrió su mundo? ¿Tengo que contar sólo bondades porque fue amable conmigo? ¿O debo escribir lo que me piden las tripas? ¿Puedo con este blog que leen cinco gatos locos perjudicar a una celebridad como él? ¿Si yo desde un principio le dije que estaba escribiendo todo cabe decir que estoy traicionando su confianza? ¿Podría el periodismo tomar cosas de acá para joderlo? Ocurre que alguien me pide que deje de escribir, su entorno, mi conciencia, da igual; por eso el suicidio del 79, la culpa del 81, la cirrosis del 86...

Cirilo, el perro fanático del perro verde
Claramente me han dejado sola en la colina. Y espero no haberlo metido en bretes por escribir estas pavadas, ni a él ni a mi, que Luis Pineda ya se metió solito. En fin... Termino de meter mi ropa en la valija, me siento sobre ella y al final logro que encaje, clic, el candado cierra. Respiro hondo, tengo que quitarme del medio ya mismo, que nadie más se enoje conmigo por esto. Agarro mis petates, reviso no dejarme nada y ¡Basta de joder la paciencia, Marina! ¡Te olvidas de Pineda, de Ausbanc, del caso Nóos, de las aventuras con la mafia, las Manos Limpias y la mar en Hummer (ahora en el chapista)! Vas a dejar a este hombre tranquilo, nos vamos a ir silbando bajo para el hostal y mejor que empieces con las tareas de desapego porque si no vas a extrañarlo más que a tu perro (no verde), Cirilo. Luego te volves a tu país, te buscas un novio, te pones a escribir un guión de cine o de teatro y tenes una vida caucásica como todo el mundo, muerta en vida pero estable ¡BASTA DE PSEUDORIGINALIDADES! ¡Basta de querer entender! ¡No hay nada que entender! (Repetí conmigo).

Convencida de haberme convencido pongo los pies en polvorosa, salgo de la habitación de huéspedes e intento adivinar para dónde cuernos queda la salida; la colina es un laberinto borgiano*. Procuro no hacer ruido para que no se despierten (si es que no se fueron de puente). Echo una última mirada a la casa del cuerdo andalú, me invade cierta angustia, será porque siento que no voy a volver a verlo. Paso por una puerta. ¿Era la que daba al archivo?  La entreabro: es un baño… Esperá. ¿La colina tenía un patio interno con plantas? Las campanadas de La Giralda cesan de golpe, ya es de día completamente. Un rubio pasa a mi lado y sigue camino abajo por una escalera. Ni me mira. ¿Y este? ¿Quién este señor alemanote? ¿De dónde salió este tipo? ¿Es que hubo fiesta en la colina? ¿Es que hubo joda y no me avisaron? ¡Esto es el acabose! Estoy por ir a hacerles un escándalo a la habitación de la cama queen size a este par de pájaros pero decido seguir al hombre escaleras abajo; basta de líos, tengo que irme. Abro la gran puerta de madera y salgo al mundo pero el mundo no era lo que yo creí hasta entonces.

*El mundo es como un laberinto, porque nunca sabemos dónde nuestra vida irá... qué cursi Borges, ¿no? (Sigue en el 82, pique acá si se le da la gana)

Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario