jueves, 24 de marzo de 2016

Capítulo 87 "Socorro"

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Y al fin y al cabo el destino de toda cosa en el universo, tal vez incluso del universo mismo, sea convertirse en literatura, decía Levrero, así que acepté quedarme a cenar. ¿Qué pensaba usted? ¿Que iba a pecar de comedida? ¿A estas altas alturas hacerme la recatada? Pues no, he caído en la loca tentación (y no me libre del mal...).

Tras un breve debate sobre si salir o no se decidió pedir pizza de rúcula con jamón crudo, y ya casi que estamos como chanchos, esto significa que estoy a punto de quedarme en corpiño porque el calor que hace es monumental y la confianza que me hacen sentir estos dos seres es indescriptible, como si los conociera de toda la vida. Lo que me asombra es la enorme amabilidad de la señorita Quintero, si fuera yo ya me habría ahogado en el Guadalquivir, como aconsejaba Blasco Ibáñez. Es sabido que Jesús tiene fama de picaflor, ella lo debe saber bien, supongo, pero se viene portando conmigo de lo más divino, por ahora. Seguimos en su comedor. Estamos sentados los tres a la mesa. Ella cada tanto va y viene, trae algo para picar mientras esperamos la pizza. Me observa. Lo escucha. A mi nunca me gustaron las mujeres, bueno, casi nunca, alguna vez sentí algo parecido a la atracción pero no viene al caso, quizá era admiración nomás, pero esta muchacha con aire de gitana... No sé si es esto andalú tan atractivo, sus ojos marrón claro o su amabilidad. En fin...

Sucede que en Argentina se conmemoran hoy los 40 años del golpe militar, es la santa semana de los derechos humanos, les cuento mientra trato de pinchar con el palillo una aceituna negra. El loco escucha atento mientras bebe agua de su vaso. Imaginate, la plaza se llenará de gente manipulada, porque es para lo que usan hoy esta bandera los nefastos del poder, ¿no? 30000 desaparecidos fue un hecho atroz, claro  que sí, pero el estafador arengando desde el colectivo al rebaño útil... Y ya que lo tengo delante, cosa que en la puta vida hubiera imaginado:

¿Por qué a los poderosos no les alcanza nunca, Jesús? ¿Por qué enfermamos de poder? Me mira largo, deja sus lentes sobre la mesa ratona y sin pensarlo: ignorancia, niña (adoro cuando me dice "niña" y ya es la segunda vez que lo hace). Ignorancia. Eso es. Son nefastos porque ignoran... La macana es que si son ignorantes uno no se puede dar el lujo de odiarlos, de echarles la culpa. ¿O si?

Si no calculo mal hace ya cuatro horas que charlamos. Una parte mía conversa con este cuerdo como con un amigo de toda la vida pero la otra de pronto da el respingo y me recuerda que es Jesús Quintero, el loco de la colina al que busco hace año y medio, que ha recorrido cárceles, entrevistó a medio mundo, que estoy en su casa como pancha por la mía y--

¡Socorro!
¿Quiereh, quedarte aquí? (¿Eh?) En el piso de abajo hay lugá... (Me caigo de culo y me levanto) ¿Alojarme acá? (No debo haber entendido bien, no traje mi cepillo de dientes, no est--) Puéh... si dice que tu hostal no éh cómodo, agrega él muy hospitalario. Y a mí esto me toma por sorpresa, vieja, la puta mare ¿Tenía que ser tan tan tan tan este tipo? Yo no me vuelvo más. ¡QUE ME QUEDO A VIVIR ACÁ! Lo miro. La miro. Silencio (de perro verde). Ella ha dejado de masticar súbitamente y lo está mirando con cara de TE MATO. Jesús gesto de perro mojado, no verde, sonríe mostrando sus inocentes dientecitos. Climax en la colina. Yo no digo palabra, bebo cerveza y si fumara me encendería uno. Pero no, lamentablemente no fumo. (Sigue en el 72, pica acá y va)

Continuará…


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