miércoles, 7 de diciembre de 2016

Capítulo 99 "Después de la orgía"

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Cuando vuelvo de Marbella te dedico el día, me había dicho por lo bajo al despedirnos allá en el comedor de su casa, terminada la charla de pizza de rúcula. Luego ella me acompañó hasta la puerta y acá estoy, parada sin saber qué hacer. con este torbellino de emociones frente al hostal de media estrella en el barrio Santa Cruz. ¿Y porqué cada vez que logro lo que creo que quiero aparece esa sensación de insatisfacción en la garganta? ¿Es que tampoco es por acá? ¿Es que no era encontrar al loco? ¿No era gustar a la gente y que me lea un poco más? ¿No era trabajar con Juan Campanella? ¿Salir en la revista de Arturo? ¡Y POR DONDE CARAJO ES ENTONCES!? ¿Por dónde es el camino, señora? ¿A dónde queda la felicidad? Pregúnteme usted si frente al loco en su casa fui feliz… y yo no voy a saber qué responderle. Sí puedo confirmarle que los dos en algún momento reprimimos un bostezo, eso sí, doctor Freud.

Una gota de sudor me cae por la frente, sudor de cerveza andaluza, sudor y lágrimas de misión cumplida. El sol arrecia, el calor agobia, la gente pasa por la angosta callecita e ignora que ante ellos, valija en mano, alma estrujada, yace la cuerda de la Argentina que busca al loco de la colina. Tomo la valija, el libro de entrevistas sin dedicatoria que sacó de su biblioteca y camino lentamente hacia el hostal. Cada paso me cuesta horrores. Caminar hacia la nada porque de ahora en más lo que me espera es eso: la nada. Ha ocurrido la orgía y lo que sigue será todo mentira, simulacros de entusiasmo, embaucarme con que tal o cual cosa me apasiona, me enardece, pero será una engañifa. ¿Porque cómo superar lo ya vivido con este señor en su colina? ¿Así se habrá sentido Campanella después de ganarse el Oscar? Así debe sentirse Jesús después de haber probado casi todo... Me parece que triunfar es un calvario, vieja, pero se lo firmo cuando ponga los pies en Buenos Aires.

Subo la angosta escalera y llego al amplio patio interno lleno de plantas. Entro a la habitación, dejo los petates desparramados, me tiro en la cama. No doy más. Demasiado para una chica de su hogar como yo. Tengo que espabilarme un poco, tomar las riendas de nuevo, olvidarme por un rato de esta locura porque mi cabeza ya es una especie de casa tomada por este muchacho. ¡Y a mi no me gusta que me tome nadie! Además esto pasó de ser la escritura de una aventura a ser la aventura de una escritura y ya extraño estar entre las cuatro paredes de mi casa porque así somos,  contradictorios.

No sé si voy a volver a verlo, no sé si me voy a atrever a llamarlo de nuevo, no sé qué voy a hacer si ya no busco al loco de la colina. ¿Quién me va a inspirar a escribir? Pero después de cuatro horas de diálogo del bueno lo que sigue, si es que sigue, será yapa. Capitulo siguiente, pica acá y va)

Continuará...


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