Mi absenta andaluza |
Terminada la representación de las momias burócratas la cosa levanta con las palabra de Quintero que nos hace reír a todos. Luego Antonio dice las suyas y entonces hasta el cielo se emociona. Las gotas nos obligan a levantar campamento antes de tiempo. La gente huye del agua, espantada, como si fuera algo terrible... Yo no pierdo de vista al loco ¡que si no no sé cómo vuelvo a Sevilla! Se baja del escenario de lo más ágil y me apropincuo a su lado como quien no quiere la cosa. Caminamos por la plaza de la Constitución, no tengo idea de hacia dónde ¿Se habrá terminado el evento? ¿Le cuento que me quedé sin un peso y tiene que llevarme de vuelta? Me mira de coté y me comenta que vamos a almorzar a no sé dónde, como si ya fuera yo parte de su entorno. ¡¡Su ausencia de transiciones me fascina!! Caminamos unos metros y ahí nomás una tromba de carbulenses se nos viene encima ¡Mama mía! ¡Lo que es ser Jesús Quintero!
La lluvia se pone impiadosa. Tras escapar de la marabunta excesivamente cariñosa nos refugiamos en un barcito que encontramos por ahí. ¡Qué lindo es Andalucíaaaa! ¡Qué lindo es el barcitoooo! ¡Está lleno de personajes! ¡QUÉ LINDO TODOOO! Tú andas con toda la sarampión, andas buscando, me dice mientras toma de su cocacola. Yo me pedí un tinto pa ver si medio entoná me animo a decirle lo que quisiera. ¿Hay algo que encontrar, loco? Se queda mirándome un momento. Y ahora mismo creo que le propondría casamiento, su pelo mojado, su mirada rústica, sus zapatillas colorinche…
La coca y el tinto. |
Entonces nos miramos con Jesús convencidos de que estábamos haciendo lo correcto, como hacen a diario nuestros funcionarios. (Capitulo siguiente pinche acá)
Continuará...
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