domingo, 3 de septiembre de 2017

Capítulo 126 "El cono del silencio"

¡Qué disparate! ¡Qué chifladura! ¡Qué tarupidez proponerle casamiento al loco de la colina! Sobre todo habiendo escuchado lo que dijo ayer en el evento de los ateneos. Pero sucede que los humanos necesitamos seguridad para soportar la vida y el matrimonio es una de esas instituciones que nos la proporciona. Y acá usted se reirá de mi porque ya lo dice don Chopra, la búsqueda de la seguridad es una ilusión, lo dice él que se dedica a hacer plata escribiendo libros sobre ella para, como todos sabemos, tener más seguridad, que es lo que se logra teniendo plata. Apegarnos a lo viejo conocido no nos permite evolucionar, espeta el gurú de la autoayuda, entonces la solución al dilema sería, hablando bien y pronto, lanzarse al vacío. Y es lo que estoy por hacer porque haberme cruzado el Atlántico, haberle declarado mi pseudoplatónico amor al loco de la colina y ahora recular en el momento crucial quedaría peor que como el culo.

¿Tienes hambre?, me pregunta por debajo del paraguas. Asiento tímidamente. Caminamos unos metros y se mete en un bar lleno de andaluces. ¿Será que después iremos para su casa? Quiero ir para su casa, sí, sobremanera. Lanzarme al vacío para evolucionar y la mar en coche, pero ¿y si llega a caer justo la bellísima tercera en discordia? Al final él nunca respondió si ella tiene las llaves, no sé si cambiaría algo pero al menos tengo tiempo de tirarme por la ventana del palacete si suena el timbre, ¿no? O nos sentamos en el sofá rápidamente y fingimos que mirábamos Sálvame. ¿O le propongo casamiento a ella también? (Pausa) Entro al bar atrás de él, cierro el paraguas enorme que gotea sobre el piso de colores; lo dejo a un costado. El Loco se acomoda en la barra, me siento a su lado. El televisor a los gritos, hay un partido de fútbol. Miro la gente. Los bares son como conos del silencio, lugares en dónde las personas se aíslan de lo que pasa afuera. El mundo puede estarse derrumbando, pa no decir que lo está, pero adentro del bar ellos beben y ríen, no sé de qué… 


Desde que recibió la llamada misteriosa dos capítulos atrás mi impresión es que está contrariado. Me intriga pero no me animo a preguntale ¡y tampoco corresponde!, vieja metiche. Espera veinte segundos, nadie nos atiende y me dice que salgamos, hay mucho ruido aquí dentro. Afuera diluvia de nuevo. Ella ha llamado, me dice. Camina fuera del cobijo del paraguas. Sus pelos se van empapando. ¡Qué escena guapa, señora, qué escena digna de Casablanca! Me acerco y lo cubro. Ha dicho que ya está en casa, agrega mirándome de reojete. Me dan ganas de abrazarlo.

Y ya sé que yo me vine hasta acá para hacer avanzar el cuento y no pa enrollarme con este loco de esta manera pero qué le vamos a hacer, todavía no lo controlamos todo, por suerte. Y así es la cosa, si una no se resuelve en el capítulo que corresponde, si una se acobarda y no dice las cosas cuando debe después te lo resuelve la línea de acción que más conviene. Y suele ser bastante pelotuda... (Capitulo siguiente)

Continuará...

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