Un día quise dar con este periodista, empecé a buscarlo, la búsqueda se puso interesante, me senté a escribirla, en el capítulo 5 conseguí su teléfono, en el 14 me animé a llamarlo, en el 30 saqué pasaje (tenía que hacer avanzar la historia), en el 45 le llegó a Campanella justo cuando tenía que viajar, terminé trabajando con él. En el 76 arribé a Sevilla, en el 83 lo puse contra las cuerdas y la aventura continúa... (Vivir para escribirlo luego porque la realidad supera la ficción).
La tragedia hecha carne. Los destinos que se encuentran. Dios que las cría y ellas que se amontonan para no morir en el intento. El viento sigue tirando cosas y Amelie en su móvil sigue sonando. La música hace que la escena sea preciosa, si supieran… Ella y su perfil apasionao, sus broncas, su cante jondo, los refucilos y sus-- Qué, responde secamente el teléfono mientras mira el cuadro arruinado. Yo intento ni moverme y si estuviera en mi casa y esto fuera una ficción, como corresponde, me sacaría ya mismo de la escena, por si las moscas. O me escribiría cerrando las ventanas pero no puedo por los límites que la realidad y sus etcéteras imponen. Vale, corta la comunicación. Me mira un momento y en sus ojos entreveo que recuerda nuestro beso, por un instante finito que casi ni se ve, lo recuerda. Respira hondo. Vuelve a enloquecerme el corazón.
Se refriega la cara con las manos. Busca su hebilla, que se había perdido sobre la cama durante el torbellino. Se ata el pelo. Se pone un chaleco de hilo y me pide que la acompañe. Asiento sin chistar pero me siento cada vez mas chiquitita acá adentro. La sigo escaleras arriba. Se escucha otro ruido fuerte y ahora sí que se largó la lluvia. ¡Mare mía! Llegamos a la terraza. Pasamos antes por el piso en donde comimos la pizza la vez pasada, en mi viaje anterior, pero del Gran Jefe ni rastros… ¿A dónde está este hombre, digo yo? ¿A dónde está el protagonista de mi saga? Atravesamos luego la oficina de él a las apuradas y yo quiero quedarme un día y medio en ese lugar, revisarlo todo, robarme cosas que me servirán luego para inspirarme y escribir, apuntes, fotitos, souvenirs, cositas y más cositas, pero no me detengo ni medio segundo porque ella abre la puerta de vidrio y si no paso y la cierro atrás mío se vuela la colina entera.
Se vuelve de pronto. ¿Y ahora qué pasa?, pienso mientras veo cómo se le va empapando el pelo. Y ahí se queda, mirándome, nos mojamos las dos hasta los huesos. ¿Esto va a escribilo en tu bloc?, me pregunta ¡y yo me caigo y me levanto! La puta que la parió que me sale siempre con cosas que me descolocan esta mina, y tenía que ser persona/je de mi blog reality, no había otro destino posible para ella. Dudo un segundo, me quito el agua de los ojos con las manos. No, respondo, casi disculpándome pero yo no sé mentir. Se queda viéndome varios segundos y luego me arrastra hacia ella del pullover de lana salteña, pasión andaluza, que le dicen, me toma la cara con sus dos manos y me besa. Y me besa. Y me besa... (Sigue)
Se refriega la cara con las manos. Busca su hebilla, que se había perdido sobre la cama durante el torbellino. Se ata el pelo. Se pone un chaleco de hilo y me pide que la acompañe. Asiento sin chistar pero me siento cada vez mas chiquitita acá adentro. La sigo escaleras arriba. Se escucha otro ruido fuerte y ahora sí que se largó la lluvia. ¡Mare mía! Llegamos a la terraza. Pasamos antes por el piso en donde comimos la pizza la vez pasada, en mi viaje anterior, pero del Gran Jefe ni rastros… ¿A dónde está este hombre, digo yo? ¿A dónde está el protagonista de mi saga? Atravesamos luego la oficina de él a las apuradas y yo quiero quedarme un día y medio en ese lugar, revisarlo todo, robarme cosas que me servirán luego para inspirarme y escribir, apuntes, fotitos, souvenirs, cositas y más cositas, pero no me detengo ni medio segundo porque ella abre la puerta de vidrio y si no paso y la cierro atrás mío se vuela la colina entera.
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