domingo, 10 de diciembre de 2017

Capítulo 167 "Inconsciencia"

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Desacovacho mi cara de entre su pelo y me enfrento a su mirada, al climax que vine a buscar. Ella no me ve directamente todavía, su cuello alargado se inclina hacia mi. Él termina con su puto pic, pic, pic, se levanta de la cama, deja el alicate sobre la mesita y enciende la televisión. Una tal Gloria Serra habla de algo que se llama Cabify que explota a los trabajadores. Me urge ir al baño pero estoy por desmayarme del calor, del desconcierto, de la contradicción y la vergüenza. Ella se da vuelta, me mira directo a los ojos, veo cómo se le van transformando, cómo pasan de la inconsciencia a la consciencia. Y en el amor cuanto más consciencia tenés menos te enamorás, le escuché una vez a Darío Sztajnszrajber, y cuanto más te enamorás mas pelotudo te ponés, más inconsciente... ¿Será que con el desenfreno es igual?

Te lastimaste la frente, le digo intimidada pero no me responde. Me duelen los ojos. Quiero que vuelva la inconsciente, la que conocí anoche bajo los efectos de la hierba y el desparpajo; la que se metió en la cama entre él y yo, casi sonámbula, y me abrazó tras besarme la boca; la que me suplicaba que me dejara llevar mientras la tormenta arreciaba. La que me esperó entre ojos vidriosos y sorbos de cerveza cuando intentaba explicarle lo raro que se sentía entregarse a un cuerpo igual al de una pero diferente. La que supo llevarme sin saber y hasta el final, entre silencio y silencio, mientras él cada tanto pedía que lo dejemo dormí en pá… Y acá me detengo, señora, porque el sexo no es nada sexy cuando se lo intenta escribir, lo dijo Tony Morrison, y paro porque ella me sigue mirando, cada vez menos inconsciente.


Espero sin moverme que le llegue la reacción al cuerpo. Se incorpora en la cama con ojos graves, está desnuda de la cintura para arriba, ya no me mira, no puede, y yo no puedo evitar mirarle el torso desnudo. Se tapa con el acolchado y entonces me destapa a mi. Veo cómo ahora él deja de mirar la tele y me mira de arriba a abajo, impasible, recio y seductor. No dice nada y es que de este tipo lo que me atrae es lo dislocado, su carisma y su lunática personalidad. Se levanta ella de un salto mientras va descubriendo el contexto y cuanto más descubre uno peor es: que tengo puesta su remera de Ecosia, que él me mira de arriba a abajo atraído, el desastre en lo que se convirtió la habitación... No voy a describir su belleza gitana en detalle, lo bien que calzan, ya sobrias, las bragas lilas sobre sus caderas, lo armónico de su cuerpo desnudo y contrariado, porque desde donde estoy ahora escribiendo la tengo al alcance de mi libertinaje, ella está muy concentrada haciendo otra cosa; y eso me desconcentra. (Sigue)

Continuará...

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