Huí. Dice mi psicóloga que es la fobia. Y también dice que desprecio a la gente para encontrar el desprecio porque uno recibe lo que da, esto último lo dice Jorge Drexler. Huyo de lo que no soy capaz de entender, de manejar, pero a la vez lo busco para entender porqué no soy capaz de manejarlo. Salí corriendo escaleras arriba, no sé si alguien se dio cuenta y la verdad me importa un pito. Acá la mayoría está entonada y el que no, está por estarlo. Creo que estoy metida hasta el caracú. Ella tiene puesta una remera oscura así nomas pero le queda preciosa, un par de aros enormes y redondos, el pelo que le cae bellísimo bajo el sombrero a rayas, se le aclaró más por el sol. Su cara lavada, sus ojos verdes y vidriosos por tanta jarana. La sidra y las anécdotas seguían en continuado, carcajadas, discusiones y pescaíto navideño a granel. Sonaba una música ochentosa y mientras él contaba su anécdota ella movía la cabeza al compás y lo miraba, lo miraba y le bailaba con los ojos a él que por un segundo le devolvió de lo mismo.
El ego de la autora hecho trizas. Me invadió una sensación de esas que no tiene palabra que la equivalga. ¿Pero qué sentis?, le puede preguntar usted al despechado y el tipo va a intentar en vano explicarle, dirá que adentro se le desgarra algo pero no puede ser porque ese algo no es desgarrable, no es tangible… Entonces dejé de mirarla, centré la atención en un muchacho sesentón que no para de observarme, me mira de lejos, no bebe alcohol y no habla mucho con nadie, cuando lo miro sonríe. Y por un momento logré manejar la angustia, el desgarro que dos segundos atrás no existía, como no existía ella hace un mes. Pero después me tuve que ir porque me dio por llorar. ¡Por llorar!
Cotinuará...
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