jueves, 11 de enero de 2018

Capìtulo 191 "Provocando"

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¿Cuánto te ha echao tú?, se acercó a mi como si nada pasara, como si no hubiésemos reído juntas de las cosas más idiotas, como si no me hubiera espiado de reojo mientras yo, desnuda mirando el techo de su pieza de El Portil, le contaba sobre mis aventuras en Alaska y lo necesario que me era su marido para escribir, para salvarme de la caca de afuera. Me había espiado erotizada de arriba a abajo mientras me escuchaba, detalle por detalle, creyendo que no me daba cuenta. No sé qué es echao, le respondí, parca, mirando al de la Guardia Civil que en ese momento iluminaba adentro del auto de la señora con su linterna. Se quedó parada enfrente mío como si fuéramos simples compañeras de colimba, como si no estuviéramos en medio del embole, y queda claro que no hablo del embole de la alcoholemia. Y queda claro también que el lío amoroso superaba el del pasaporte.

¡Echao, echao!, repitió, nerviosa. ¡Que cuánto ha jincao, bebido, homre! ¿Será que puede decí que conducía tú el carro? La miré pero su bombín no me dejaba verle bien los ojos. Nunca me había tratado así de horrible la gitana. Creo que voy a tener que pedirle sesiones online a mi psicóloga porque deseaba que se muriera ahí mismo, encima ahora quería mandarme al frente a mí con la policía. No tengo idea, flaca, le respondí, furiosa pero contenida, aguantándome las ganas de mandarla a la mierda. Hace rato que no tomo nada pero no me la pasé contando los tragos en la discoteca, ¿estuve mal? ¿Tendría que haber anotado? Me la pasé mirándola bailar con otros y con otras y escribiendo sobre ella en la terraza pero a ella de esto nada.

Cerca del auto la cosa empezó a ponerse jodida con los mamados y el cana. Y a ella parece que mi tonito irónicofurioso le llegó. Levantó la vista con sus ojos diferentes. La miré sin decir nada más porque la angustia me desbordaba y no quería que se diera cuenta de que me temblequeaba la voz. Igual se dio cuenta. Acercó su cara a la mía como para olerme el alcohol y ahí se quedó, a un centímetro, a un milímetro. ¿Ha bebido o no?, me susurró al oído. Se me giró el cuello hacia ella en un segundo, sin pensarlo, sin proponérmelo, su comisura tocando la mía. (Sigue)

Continuará...

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