martes, 23 de enero de 2018

Capítulo 203 "Non achatarum loco vivirum"

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El teléfono dejó de sonar sobre la mesa. Sentí un alivio tremendo mezclado de angustia y algún día voy a tener que superar esto de ir tras las aventuras y luego paralizarme cuando las tengo adelante. ¡No es productivo ser cobarde en esta vida! ¿O será la mejor de las opciones? Los tres mirábamos mi móvil (mojado por el ajetreo), ceños fruncidos, inmóviles, en silencio. Mi amiga tenía la frente transpirada. Los comensales vecinos rápidamente volvieron a lo suyo. Yo seria y con abstinencia gitana, el vaso de agua en la mano. María José no me deja escribir porque dice que me estoy volviendo loca, no me deja tomar cerveza, ya dos días que no me deja y si no escribo no puedo estar con mi gitana, no puedo verla, no puedo recordarla, imaginarla, revivirla, abrazarla… No me atiende el teléfono, me dejó el 12 de enero esa notita en el hostal tras golpearme la puerta y se fue sin verme siquiera. Hace ya más de diez días yo había escapado de la colina de SEl Portil de la siguiente manera:

Me estaba volviendo loca, ya no sabía qué pensar de ellos, de lo que pasaba, de mi... Si estaba imaginando o no. Les dije que me iba a comprar datos de Orange, ellos no tienen wifi en ninguna colina, él no tiene ni computadora, reniega de la tecnología, gracias que tiene un móvil sin whatsapp... Y ella,que alternaba a la gitana agreste con la asistente impoluta, había tomado el hábito de usar mi ipad para los mails de trabajo, en lugar de irse hasta el centro lo hacía desde mi aparato, se había entusiasmado. Yo le enseñé un poco a propósito porque después, en la alta noche, cuando escribía, tenía el ardiente condimento de saber sus dedos sobre mi pantalla. Recuerdo cómo me miraba el día que le enseñé a usarlo, en un momento me di cuenta de que ya no me prestaba atención, no escuchaba lo que le decía, observaba con sus ojos gitanos cómo la miraba al explicarle, cómo movía mis manos, mi boca, el bretel de mi musculosa (de ella), ya había tomado el hábito de no usar corpiño porque a ella le encantaba abrazarme desde atrás, me metía las manos por abajo de la remera y con el dorso de los dedos pulgares, como quien no quiere la cosa, rozaba mis terrones de azúcar... Y ahí yo ya no tenía manera de... Ella no me prestaba atención a lo del ipad y yo me di cuenta enseguida de lo que sus ojos sugerían, no sé si sin querer o queriendo... Pero no sigo porque si sigo lloro. Les dije que me iba a Orange y no volví más.
Sermón moralista Obi Wan
¡Estáis locas!, repitió mi amigo, volvemos a la mesa del restaurante, señora, preste atención que se le va el buque… ¡Estáis locas y yo no seré parte de esto! Pude ver cómo a mi amiga se le iba diluyendo la locura, la agalla, la alegría ante tanto sentido común, ante tanto miedo de volarse un poco el seso. Los que más miedo tienen nos achatan, pensé, todavía con el vaso de agua en mi mano. Entonces mi teléfono volvió a sonar sobre la mesa, es sabido que el loco es un tipo insistente. O quizá esperaba un llamado importante y nosotras jodiendo, como siempre... María José me miró reprimiendo el entusiasmo, entre asustada y emocionada, yo la miré unos segundos, asentí casi imperceptiblemente con la cabeza. ¿Hola, Jesús? (Sigue, ahora escribo desde mi puto celular, mi amiga me reprime)

Continuará...

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