miércoles, 21 de febrero de 2018

Capítulo 224 "No me dejes sola"

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Me bajé del tren en Jerez, eran las 7:45 de la mañana, hacía un frío espantoso, tenía puesto el saco de lana de Ella, veinte euros en el bolsillo y trece eran para el boleto de vuelta. No le había avisado que venía porque me agarró el impulso enfermo y no pude con él, tuve que decirle a Rocío que estaba tomando un remedio y tenía que ir a mi hostal porque insistía con ir a bailar y además me vio cuando salía. ¿Y adonde te va tú ahora? Dios mío. Con el apuro que llevaba. Le dije eso, que no podía cortar el tratamiento y había olvidado la medicación en mi hostal. Por suerte me creyó y no preguntó qué era lo que tenía etc. Entré al primer bar que encontré y le pedí al mozo si podía poner a cargar mi móvil, estaba casi muerto, si no no la iba a poder llamar a la Gitana, pedí un café de un euro. Me acordé de cómo había terminado la última vez que me dejé llevar por un impulso de estos. Curiosamente el tipo era evangelista, el tipo en cuestión, me reí sola por la coincidencia cuando me acordé, el tipo era evangelista y había sido ladrón pero no ladrón de viejas pobretonas, ladrón de bancos, me aclaró la segunda vez que nos vimos, y yo me enamoré:

Lugano R
Hacía tres meses que salíamos, agarré el auto y me fui a su casa a las dos de la mañana, me había dicho que no quería verme más porque yo no iba a su iglesia y eso significaba que no lo daba todo por la relación bla bla bla. Su casa quedaba en Lugano, una suerte de Bronx porteño. Me estaba esperando en la puerta con cara de orate, fuimos a una estación de servicio cercana y hablamos. Yo le prometí que iba a ir a su iglesia (sí, así de enamorada estaba) aunque sea para probar, eso me decía él, que probara y si no me gustaba, chau. Pero la cosa fue de mal en peor, el tipo cada vez más celoso, quería verme todos los días y si yo no quería era porque lo estaba engañando, inventaba que me había visto con otro, le echaba la culpa al diablo, de todo, que el diablo me había puesto en su camino, que sus celos eran culpa del diablo, que yo tenía al diablo adentro.

El enfermo en el templo aquel día
Pasamos el día en una pileta de agua salada, yo dos por tres lloraba y él me consolaba como si no fuera el responsable. Lloraba porque me tenía harta con sus celos y porque le tenía miedo, era un tipo grandote, hijo de yugoslavos, hacía pocos días me había amenazado con que si no iba a si iglesia era que no lo quería y entonces me iba a matar, porque jugaba con su corazón. Fui a su mierda iglesia, al finalizar el día de la pileta, fui para que me dejara de joder, para ver si podía sacármelo de encima. Fue un espanto. Él era de los que se acercan al pastor y tiemblan y caen al piso. Después de la parafernalia esa me llevó a un lugar atrás del escenario y ahí una señora me rezó en un rincón, tenía que repetir lo que ella decía. Veinte minutos me tuvo repitiendo textos bíblicos. Lo hice. Y cuando volvíamos en el auto él me preguntó si había tartamudeado en alguna parte, supuse que convenía decir que no y entonces se alegró: ¡No tenes al diablo adentro!, me dijo el imbécil, yo para entonces había adelgazado diez kilos de los nervios, no sabía cómo sacármelo de encima. Y fue mi mare, la que ahora me tiene a maltraer, mi mare, a la que a veces le deseo la muerte y a veces le suplico que no se le ocurra dejarme sola en este mundo horroroso, ella fue la que se puso los pantalones, lo llamó al loco demente, nos sentamos los tres en la mesa del comedor y le dijo que yo no quería verlo más. El tipo me miró, que me lo diga ella, dijo. Y yo me animé. No quiero verte más. Le abrimos la puerta y se fue. Años después lo volví a ver, me siguió con el auto y-- Me puse a llorar. Porque recordé eso de mi mare. Me puse a llorar en el bar. (Sigue)

Continuará...


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