domingo, 4 de marzo de 2018

Capítulo 231 "Agradezca dios"

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Cuando Ella me rescató estaba cerrado, tras cartón.
El viento empezaba a ponerse bravo en La Nueva Umbría, la única sombrilla que quedaba ya se había retirado y no había más gente desnuda por ningún lado. Ella todavía sostenía mi mano en su pecho galopante. Puso la suya sobre mi corazón y me besó la comisura de la boca. Se la quise devolver pero no me dejó, me esquivó, Gitana turra, jugaba a esquivarme, a que me dieran más ganas de las que tenía, a ver cuán guapa era. Me corrió un centímetro la boca como yo le había hecho el día de Nochevieja, cuando me rescató del chiringuito perdido. Me esquivó y empezó a recorrerme, despacio, me daba piquitos, besos cortitos en el cuello, me mordió suavecito la oreja y no sacaba su mano de mi corazón. ¿Y por dónde anduviste?, le pregunté angustiada, reprimiendo el torbellino, y esa es pregunta de novia, ya sé, y nosotras no éramos novias pero necesitaba saber… Quizá para boicotear semejante momento de placer, de felicidad, de climax... Agradezca dios que no le pregunté con cara de culo por qué no me había llamado nunca y a Él todo el tiempo...

No contestó nada, gracias a dios Ella se enfoca en lo que quiere, en lo que debe, y se da cuenta de que a mi me cuesta, pugno por escapar del deseo, de perder el control... Fue bajando despacito por mi panza con su mano pintora hasta mi tanga blanca, sin dejar de comerme con los ojos, jugando a sentir qué le pasaba a mi corazón, corazón rompido. Y de lo otro no iba a hablar, NUNCA, me sentí tentada por un segundo de contarle, en medio de la faena, porque me volvía loca, me decía olé al oído y yo empezaba a transpirarme toda, y casi se me da por hacerlo, pero no, por suerte eran tantos, tan intensos los besos que nos dábamos que sólo pude emitir respiraciones agitadas. ¿Pero se entiende que Ella se fue de la colina de El Portil y no me llamó nunca? Habíamos estado juntas todo el tiempo, aunque no había pasado nada más después de lo de Sevilla, las chispas volaban por todas partes cuando nos mirábamos a los ojos. De acá para allá una semana entera con Ella y su bello niño. Y de golpe se fue como si yo no existiera más...

Bajó despacito con su mano pintora hasta mi braguita blanca, yo no dejaba de mirarla como me había enseñado Ella la mañana de la borrasca, cuando habíamos hecho de todo al lado de Él que luego me iba a enterar estaba bajo el efecto del dormicum, claro, por eso nunca dijo nada al respecto, quería creer yo, la ingenua de la colina... Me corrió la tanga un poquito, apenas, lo justo y necesario... El corazón se me moría del todo, no sabía si estaba sufriendo o no, sí sabía que la razón se me iba de nuevo. Cada vez que se me escapaba un gemido Ella me comía a besos y me miraba, y olé, me decía al oído, su mano ya no estaba en mi pecho y Ella también perdía la razón, porque la mía tampoco. (Sigue)

Continuará...

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