La sensual el día trágico de los caracoles |
Era la primera vez que entraba a la pieza de Ellos, siempre había mirado de pasadita por la rendija de la puerta, cuando quedaba entreabierta. La cama era gigantesca, como de campo, la base de madera hacía juego con una enorme puerta y el piso rústico. Me imaginé por un momento invernando con Ella, el hogar encendido, afuera el frío y el viento... Pero se supone que en ese momento estaba enojada con la Gitana así que en realidad no quería nada con Ella nunca más. ¡Se le había ido el barco por jodida! A la cabecera una decena de almohadones en tonos blancos y beige. Plasma, diarios, libros, sillón, un enorme ventanal con vistas a la terraza y un minibar, la Gitana de tonta ni medio pelo, eh, porque está bien esto de que una se enamora de la persona bla bla pero si tiene minibar mejor.
Y no veah la tajá que llevaba el otro día compare, dispué no vea la parienta, ¿en? ¡HAHAHA!, le dijo la Sensual a los gritos, estaba imitando a alguien que conocían los dos. Tenía puesto uno de esos shorcitos cortos y holgados, se reía y abría las piernas que se le veía todo. Ahí estaban ella y Él, permitiéndose ser felices, o algo bastante parecido. ¿Y cómo puede ser que yo una vez quise serle infiel a mi marido americano y no pude por la culpa que me daba? Llegué hasta la puerta del telo con el otro fulano, esperábamos en el auto porque había cola para hacer el amor, en Argentina se hace cola para todo, señora, y a mi se me dio por sacar de la billetera la foto de mi entonces todavía no marido... y no pude... se la mostré al otro, al que esperaba conmigo en el auto, este es mi novio, le dije… Me dio una angustia terrible y nos tuvimos que ir. ¡Nos fuimos sin hacer nada! ¿Me postulo a presidenta del club de idiotas fieles y comedidos? Tengo que deconstruirme, pensé, aunque vuele de fiebre y me duela ahora la garganta. Me envalentoné, caminé hacia ellos, me dejé ver; me vieron. (Sigue)
Continuará...
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