miércoles, 21 de marzo de 2018

Capítulo 242 "Al carajo, y más allá también"

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Murillo y el demandado cuando nos fuimos de putas
De pronto el cielo estalló en mil colores. Rocío estaba molesta porque le había interrumpido la entrevista pero en un segundo los fuegos artificiales le cambiaron el ánimo. Me quedé mirándola a ella, las luces de colores rebotándole en la cara, el pelo brilloso, sus ojos negros, veía al cielo como una niña, maravillada. Me quedé mirándola y me aterré porque hasta hace un rato la sensual de Ibiza no me movía un rulo y ahora, de pronto, como quien no quiere la cosa, la sentía en todo el cuerpo. Dios mío. ¿Qué está pasando?, me dije. Esto es culpa de Reverte, de tanto escribir y leer para su revista sobre feminismo, patriarcado, sexo y género al final me estoy degenerando. ¡Voy a iniciarle una demanda! Le miré el escote, le miré las pecas sobre la piel blanca, subí por su cuello y le descubrí dos pequeñas argollitas doradas en la oreja, le daban un toque delicado, personal, como de cierto carácter. Me imaginé besándola como había besado a la Gitana y me agarró la angustia, la angustia del no control, de que la cosa me estaba superando con creces porque ahora ya ella no era Ella, ¡ella era otra! ¡La segunda mina que me gustaba! ¿A alguien más le pasó esto en Andalucía? ¿O es el efecto disruptivo de la colina?

Y pa colmo de bienes...
El loco rápidamente se aburrió de la parafernalia pirotécnica, bajó la vista y me vio mirándola, eso le gustó bastante, lo cachondeó, hablando bien y pronto, lo cachondeó porque no se imaginaba que yo en ese momento me lo imaginaba, digamos que lo quería a Él afuera de la habitación, lo más lejos posible. Llenó las dos copas hasta el tope y dejó la botella sobre la mesita balconera. Al dejarla casi le pifia y se le cae al carajo el Macallán. Le acarició la cintura a la morocha, vamo a brindá, le dijo con lo ojo pícaros y un poco cansados, y después yo suponía que venía la faena. ¡LA FAENA!

Y este tipo era genial, había invitado a España entera a su casa pero pasaba el brindis en el balconcito con nosotras dos. Éramos tres, teníamos un par de copas. Primero brindaron ellos, luego ella me dio la copa y brindé con Él, y después Él me dio la suya y brindamos las dos… ¡Anda huapa que no va a bebé ná!, preguntó la sensual apurándome de nuevo. La miré pero no la veía, me cegaba el contratiempo, la contradicción, la contrariedad... Me duele la garganta, respondí, sintiéndome el ser más pelotudo del mundo que en medio del punto de giro más interesante de la saga se insola, se agarra angina y se acojona. ¡TODO! Me puso una sonrisa tierna. ¡Ohhh, pué bebe mija, con esto te va poné huena que no sabe tú lo pavo que hay aquí dentro! Hahahah… Él enfiló padentro y nos quedamos las dos solas. (Sigue)

Continuará...



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