martes, 3 de abril de 2018

Capítulo 251 "Grandes, insurgentes y ateos"

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El escote de ojos negros.
Sus ojos negros me miraban arrebatados y suena cursi pero en un momento sentí que echaban fuego, literalmente, y por este tipo de miradas es que habrá inventado alguien la metáfora ojos de fuego, imagino yo. Hala, homre, que me folle como a Ella, me dijo a viva voz, antes de morderme la boca de la manera más erótica del mundo. Tan modosita que parecía cuando llegó con su mare el otro día. Afuera era todo silencio, se ve que el periodismo de España estaba repitiendo postre o se había quedado planchado por tanto chupi, baile y morfi. Y la mina quería que le haga lo que le hacía a mi Gitana pero yo no podía porque Ella es Ella. ¿Cómo le iba a hacer lo mismo? Además todo era cosa de su fantasía porque no sabía lo que le hacía, no sabía que le hacía algo, si no habíamos vuelto a pecar después de lo de Sevilla, nos habíamos aguantado como dos señoritas victorianas.

Los pies de mi protagonista seguían al lado nuestro, se movían cada tanto imperceptiblemente, se había descalzado las nike colorinche pero todavía llevaba los pantalones negros y su camisa blanca desabrochada. ¿No se iba a sacar la ropa? Lo miré un momento, no intentaba nada, miré a ver si estaba vivo, y yo qué sé, tanto alcohol, tanto tabaco, tanta cosa erótica adelante... Que el hombre tiene problemitas cardíacos, me lo contó la Gitana. ¿Se imagina? Creo que sería un final bien acertado, ¿o no? El Loco transpiraba como loco, tomó un trago de Macallán 1926, pálido y con ojeras igual me hacía temblar las bragas, me miró el hijo de puta con toda esa experiencia encima, con todo ese camino recorrido en su roulotte y en su Hummer floreada y sí, el señor te folla apenas mirarte, te folla con lo que ha vivido. Siempre me gustaron los tipos grandes, insurgentes y ateos.

Plaza de toros Ubrique.
Me dio por rozarle el pie con el pelo, por darle un poco de bola, a ver qué hacía, a ver si cerrábamos la historia inconclusa del viaje anterior, pero estaba más bien pálido y lo de matarlo acá mismo era un chiste, señora, que el tipo este es mi muso ¿y si se me muere qué hago? Me estaba metiendo en camisa de once varas, además yo no tenía ni puta idea de cómo se hace de a tres. Volví a rozarlo con el pelo pero a la de Ibiza no le gustó nada que lo mire, estaba proponiendo jugar entre nosotras y yo no terminaba de entender. Anda, huapa, insistió, que me folle como a Ella y sí, esta chica se había estado haciendo la cabeza desde que llegó a El Portil con nosotras dos y ahora el volcán le hacía erupción. ¿Quién é ella?, preguntó Él, con la voz agitada. Que te venga paquí, Rocío, volvió a decir. Ya estaba casi segura yo de que Él no se sentía bien, Rocío no obedeció, me alejó de la cama, me acomodó en la silla y ahí... la mare... ahí supo mostrarme lo que era bueno. (Sigue)

Continuará...

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