domingo, 8 de abril de 2018

Capítulo 253 "Florido jardín"

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La silla de la lujuria
La de ojos negros me seguía pidiendo que le haga lo que a Ella, quería que le haga lo que imaginaba le hacía a la Gitana, las dos sentadas sobre la silla enclenque, ella arriba mío toda desnuda, el pelo alborotado, sus piernas abiertas invitando al aquelarre, al idilio, al desquicio. Él emitía palabras ininteligibles desde la cama, me pareció que estaba por descomponerse, por tener una embolia o algo, que ya no pedía vela en el entierro sino que llamáramos al médico porque no se sentía bien pero lo importante no dejaba tiempo para lo urgente, no podía atender ni ese asunto ni el otro, aunque los pasos se escuchaban cada vez más cerca, no podía atender a eso porque ella me llevaba la mano hacia ahí abajo, mi mano, hacia el abajo de ella, hacia su jardín florido, depilado muy prolijamente, apenas un manojito negro delante y no sé si estos detalles quedan bien o no, creo que no, pero así estaba su jardín florido. Me la llevaba a la mano y a mi me daban unas ganas locas de explorar la zona desconocida pero yo no podía llegar tan lejos, que no podía. Disimuladamente desviaba el recorrido, le acariciaba la panza, las caderas, no me animaba porque estaba Él y me daba vergüenza, porque sentía que si hacía eso la línea que cruzaba ya era irreversible, irreparable, inenarrable.

Pero la de Ibiza era terca y que yo me resistiera la ponía peor, o mejor, depende desde donde lo mire usted. Pasó sus brazos por sobre mis hombros quemados, me ardió hasta la coronilla, no dije nada, me aguanté estoicamente por el clima de la escena pero ella creyó que mi contorsión corporal era parte de la parafernalia del sexo y de la excitación. ¡Le gustó y me lo volvió a hacer! Alocadamente me pasó las manos por los hombros calcinados y luego me los mordió y me los besó ¡muchas veces! Creo que sabía que me dolía. ¿Le gustaba hacerme doler a la tipa esta? Entonces para mi sorpresa aportó Él, empezó a desabrocharse la camisa blanca, se tambaleó un poco al pararse, ¿era el fin del periodista pura cepa? Me di cuenta de que esta mina me había hecho olvidar de mi protagonista, de su salud, de sus pies y de su roulotte, de la Gitana, de mi fiebre, de mis principios y de los finales… Y el dolor empezaba a parecerme placentero... Definitivamente las mujeres saben mejor que nadie lo que nos gusta a las mujeres.


Al final consiguió el equilibrio. Se desabrochaba botón por botón con cierto trabajo, intentaba mirarnos para no irse de tono pero si nos miraba se metía en bretes porque estaba borracho, no encontraba al ojal y la cosa se le hacía lunga. ¿De verdad iba a intentar con las dos es el estado en que estaba? ¿A sus setenta y siete? Se dio por vencido, se dejó la camisa puesta, el último botón de abajo todavía abrochado, asomaba su añejo pecho, el bello escaso y cano. Nos miramos un segundo, como dos desconocidos, nos miramos como aquella vez en La Carbonería, el día que tendría que haber ardido Troya pero Ella llamó que había vuelto a casa y la historia quedó con el final averiado, allá por el 115 o por no me acuerdo cual. Lo miré mientras ella pujaba por volverme loca. Se acercó a nosotras en un intento de sumarse y ahí Rocío, que entonces pudo verlo, bajó con su mano santa, empezó a acariciarme, lo hacía tan bien que podía ver las estrellas de Belén. Enseñamé lo que la Gitana te hace a tí, guapa, me dijo, pero la llamó por su nombre a propósito, que no puedo ponerlo acá porque se arma la gran podrida gran, la llamó por su nombre para que Él se enterara de que yo le había follado a la mujer. (Sigue)

Continuará...

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