martes, 1 de mayo de 2018

Capítulo 268 "Afonía"

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Tú mereces la dicha, sabes que la mereces y no te atreves a reconocerlo, me dice Dragún, muy excitado, como suele hablar él, sentado en la silla de la lujuria. Su piel curtida y brillosa, su pelo abundante y oscuro. Yo lo escucho, tirada en la cama doble, tapada hasta el caracú, a media luz, con las orejas atentas, los ojos perplejos y achinados por tanto cansancio. Ya dije que hace como dos días que no duermo y no quiero hacerme la víctima pero hace como dos días que no duermo. El santo Fernando sacó hielo del minibar y le puso a mi botellita de agua, mientras me habla la sostengo contra mi frente insolada. Me respaldé como pude, la espalda se me está incendiando. Suspiro. Sólo cabe temer, sigue él, que se ha servido una copa de Macallán hasta el tope, y tú no sabes pero esto vale una pasta gansa, me dice mientras bebe, gustoso, saboreando.

A lo lejos vuelve a sonar la sirena, la ambulancia se lleva al concubino de Paquita con su cuello estropeado, Rocío y su mare se van con él. Por suerte. El Loco ahora ríe y se abraza, allá en las mesas, con el tipo que lo acusó de estafador, le dicen el risita, me cuenta Dragún. La música vuelve a sonar, estrepitosa, deben ser las tres de la mañana y hace frío. Odio el frío. Dragún se levanta, cierra la ventana para poder conversar sin tanto barullo. Solo cabe temer el dolor que acompaña al acto de estar vivo, continúa. ¿Sabes tú quién ha dicho eso? Lo miro, catatónica, casi casi en Oniria, cuasi cuasi fallecida, tanta malasangre despechada me ha malogrado los circuitos asociativos, porque cuando una obra para joder a los demás se termina jodiendo una. Yo me entregué al trío para joder a la Gitana, y acá me tienen, hecha un estropajo y encima triste. Nunca se hace algo para o por el otro, aunque usted insista en creer, burguesa mía, privilegiada hermosa, que se autodenomina la voz de las sin voz por los derechos de las que han venido al mundo un poco afónicas. No, señora, usted sale a vociferar por usted, para paliar su culpa, porque tener cuerdas vocales y no compartirlas, aunque sea de la boca para afuera, con las que no se esfuerzan por aprender a usar las suyas, es algo políticamente incorrecto.

Coctail Dragoniano
¿Sabes quién ha dicho eso?, vuelve a preguntarme él. Ya no recuerdo lo que me preguntó. No... no tengo idea, respondo con un hilo de voz. El hielo se derrite en la botellita, una gota de agua me cae por la frente, recorre la mejilla y muere en mis labios hirvientes. ¡Epicuro!, exclama y este tipo tiene la energía de una legión de All Blacks, pienso desde mi catacumba. Vuelve a ponerme la mano en la sien, por la cara que pone tengo ciento cincuenta grados de fiebre, ya soy parte del pasado pisado, al fin será mi blog más leído y van a hablar bien de mi, no me lleven flores, sólo textos de mis escritores preferidos: Arlt y Sábato. Ven, me dice, entusiasmado. Se levanta y agarra la botella de whisky. Me pide que lo siga pero tengo los músculos extinguidos, no me responden. Se acerca a mi, me agarra de abajo de la axila y me ayuda a levantar. Quiero dormir toda la vida. (Sigue)

Continuará...

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