jueves, 3 de mayo de 2018

Capítulo 271 "

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Akela y papá Dragó.
Un gato viene a recibirlo. ¡Su gata! El hombre se trajo a la felina pero no a la mujer, y esta gente tiene unas costumbres que a mi me rechiflan, ya lo dije. Porque el gato en Egipto era sagrado y nos libra de roedores y serpientes. Fernando tiene un nene chiquito, lo tuvo a los setenta y cinco, él no quería más pero estaba con ella, treinta y pico de años más joven que él, y ella quería... y bue… dijo, y allá fue. Naoko, así se llama la madre del niño, que es japonesa, se ha quedado en el pueblo con él.  Y ahora aprende todos los días, me cuenta mientras revuelve un bolso negro, su bolso de viaje, el niño me ha hecho escribir un nuevo libro. Yo lo escucho y me emociono, me emociona la gente que se anima a vivir lo que le toca. Me emociono y me toco las mejillas porque siento que se están poniendo de goma, que se pueden manipular, como la plastilina. Me estoy empezando a asustar, le digo y le señalo mi cara, mirá.

Él me extiende un puñado de pastillas, todas de diferentes colores. Gracias…, le digo, por lo que me contás. ¡Gracias hacen los monos, anda, coge una! Y ponte el frío en la cara, que el miedo hace al hombre infeliz. Sonrío. En serio, gracias, porque me hace sentir que lo que estoy haciendo no es al divino botón, que si uno se resuelve a tirarse a la pileta al final algo recoge, alguna enseñanza, ortografía aunque sea, que nunca logré que me entre. ¡Y eso es terrible, Fernando, eso sí que es un sacrilegio, porque se supone que yo escribo! ¡Para la revista del de la RAE! ¿Cómo voy a tener faltas de ortografía! Pero tengo, no se me incorporan al seso las reglas, cuando escribo me pasa, cuando releo me doy cuenta, ahí saltan, releo y me digo qué espanto, porque sé que está mal escrito pero ya lo publiqué y a veces no lo releo hasta mucho después, eso significa que lo vio todo el mundo, todo el mundo que me lee, que vaya a saber quien es. A veces equivoco los tiempos, las conjugaciones... ¡Mirá si un día me lee el de la RAE! ¿Me entendés? ¡Qué vergüenza, Fernando! Coge una, insiste él, con una semisonrisa en la cara, y yo cojo una amarilla y una verde... (Sigue)

Continuará...



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