Akela y papá Dragó. |
Él me extiende un puñado de pastillas, todas de diferentes colores. Gracias…, le digo, por lo que me contás. ¡Gracias hacen los monos, anda, coge una! Y ponte el frío en la cara, que el miedo hace al hombre infeliz. Sonrío. En serio, gracias, porque me hace sentir que lo que estoy haciendo no es al divino botón, que si uno se resuelve a tirarse a la pileta al final algo recoge, alguna enseñanza, ortografía aunque sea, que nunca logré que me entre. ¡Y eso es terrible, Fernando, eso sí que es un sacrilegio, porque se supone que yo escribo! ¡Para la revista del de la RAE! ¿Cómo voy a tener faltas de ortografía! Pero tengo, no se me incorporan al seso las reglas, cuando escribo me pasa, cuando releo me doy cuenta, ahí saltan, releo y me digo qué espanto, porque sé que está mal escrito pero ya lo publiqué y a veces no lo releo hasta mucho después, eso significa que lo vio todo el mundo, todo el mundo que me lee, que vaya a saber quien es. A veces equivoco los tiempos, las conjugaciones... ¡Mirá si un día me lee el de la RAE! ¿Me entendés? ¡Qué vergüenza, Fernando! Coge una, insiste él, con una semisonrisa en la cara, y yo cojo una amarilla y una verde... (Sigue)
Continuará...
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